Si alguna vez os habéis despertado escuchando a los Ángeles seguro que ha sido en Tanguieta. Sor Emilie y el coro de la iglesia nos deleitaron con una armoniosa amalgama de cantos religiosos y tambores africanos que bien querria tener cualquier banda sonora en su haber. Si cerrabas los ojos y te dejabas llevar, bien podías imaginar que estabas en… pues en donde estábamos: en el corazón de África escuchando misa ¡dónde iba a ser si no!
El caso es que entre la música, el sueño, lo que dura la homilía, la misa en idioma galo, y que de pronto se levantaron todos a una para acercarse al Altar, Huberto ni corto ni perezoso se levantó también para comulgar, sin darse cuenta de que en realidad era el momento de las ofrendas, que aquí se hacen en persona y con Fray Patrice de árbitro para que no se pierda nada. Lo que sí se dio cuenta, ya demasiado tarde y en el punto de no retorno, es que no tenía ni un chavo en el bolso, asi que no le quedó más remedio que hacer un vuelo rasante, esquivar la mirada del páter, meter la mano vacía en el cepillo todo digno y hacer como si echaba la vida en ello; tanto fue así que Mati pensó cuando le vió: “éste ha echado billete, que no ha sonado”.
Después de la homilía y rodeados de buenos amigos vestidos de gala, desayunamos y cada uno nos fuimos a nuestro trabajo, comenzando ya a tratar en serio a varios pacientes y
poniéndose en marcha los lubricados engranajes de las ayudas.
En las secciones de óptica y de oftalmología había movida para poner un poco de limpieza y decoro en el caos que se encontraron, mientras tanto Le Cabinet Dentaire pudo atender a varios pacientes programados y a algún otro de rebote.
Comimos invitados en la mesa de los Próceres, Mati no calló ni un minuto (da gusto sentarse con ella por todo lo que te enteras de primera línea y también de rebote por los comentarios de los demás), y acto seguido continuamos con las tareas que nos han traído hasta aquí.
Cabe señalar la solución casera que se hizo en la lámpara de hendidura gracias a la linterna de Manu: con su lámpara de led a baterías se pueden evitar los problemas de las bombillas y la alimentación en estos aparatejos, tan insólitos en África como un torero al otro lado del telón de acero, como diría Sabina.
Con el calor que hacía, después de poner todo a punto para el día siguiente y dejarlo bastante más presentable de lo que estaba, se agradeció el baño refrescante en la piscina del complejo, los típicos masajes relajantes y una caipiriña para refrescar el gaznate…
Esto último, por supuesto, solo lo pudieron apreciar los que tienen mucha imaginación o
que se echaron en brazos de Morfeo y lo vivieron en sueños.
En cualquier caso, a esa fantasía no le tiene nada que envidiar la cerveza bien fría Flag o Beninoise -según el criterio del camarero- que nos tomamos en la Cantina del Hospital al finalizar la azarosa jornada, cargada de anécdotas y novedades.
Después de cenar y arreglar el mundo y el asunto delantales nos fuimos a dormir. Mañana se escaparían al mercado Mati y Candy a comprar telas y a cambiar dinero, que estamos escasos de “cash”.